Difícil es dar a conocer una película tan pequeña como esta fuera de sus fronteras, y muchas delicias pueden pasar desapercibidas por el poco marketing y publicidad que se les da, y es gracias al reconocimiento del público que ciertas películas traspasen fronteras y nos lleguen aunque sea a cuentagotas. Este es el caso de Felix Van Groeningen que con esta cinta a logrado traspasar la línea y así hacernos llegar esta cinta.

Con una trama muy interesante y atrevida que va de más a menos y otra vez a más, comienza un juego cronológico en donde todo está superpuesto y en donde todo es posible. Con el grado de intensidad preciso los actores afrontan los hechos de una forma notable, cabe destacar a Veerie Baetens que se mete en el personaje haciendo un trabajo formidable, muy expresiva y transmitiendo una gran intensidad con una mirada turbadora, bien acompañada por Johan Heldenbergh que aunque le cuesta centrarse en su papel, termina realizando un buen trabajo,toda ella esta muy bien acompañada por la música que le pone a cada momento un toque de elegancia. En su tramo medio es donde más flojea con ciertos clichés un tanto politizados y una tendencia a la rutina conformista que da la sensación de no avanzar en la historia, pero que una vez solventados nos despiden con un final bastante aceptable y poco predecible, dejando una sensación agridulce pero hacia el buen sentido.

Como conclusión final se puede decir que se trata de una cinta notable, apta para cualquier espectador dispuesto a ser sorprendido con la delicadeza y eficacia que desbordan sus protagonistas que hacen de la película un recital de country .

Lo mejor: Esa música tan dramática que hace estremecernos.
Lo peor: El desconcierto cronológico y la Politización de los hechos.