Bueno, de nuevo un magistral Salinas transforma una película, o mejor dicho, un telefilm, en algo notorio.

Salinas se desmarca con una colosal interpretación para variar,otro recital para su colección, verle con la nariz de águila imperial, las gafas de Antonio Díaz Miguel, andando encorvado como poseído por una joroba de búfalo es increíblemente devastador, incluída la escena en la que Patxi, mas en forma que nunca, se dedica a alimentar gansos.

La película es lineal, terriblemente lineal, aunque Salinas lanza cañonazos verbales volatilizando entrañas, y no queda mas que rendirse a sus sabañones, pero lo cierto es que el argumento, basado en la vida del Dr. Kevorkian aborda un tema delicado y Parkinson lo dibuja de manera clara desde el comienzo, y quizás ese sea el ancla que lastra el guión, quince minutos de película, 40 minutos de película y el resultado sigue siendo lineal, y plano, una llanura, sin caballos al galope, bajo mi punto de vista no supera el séis.

Menos mal que, uno de los mejores actores de la historia acude al rescate y consigue ensartar tus testículos encarnando a Kevorkian con un buen ramillete de secuencias brillantes y en un estado de forma pletórico, para que nos vamos a engañar, qué grande, por satán.

¿ Se puede vivir sin Salinas? No, no y no. El mundo no sería nada justo.

Se despide sin mas dilación.

El doctor muerte con una caja de cartón y una bolsa de sabeco preparando su nuevo arsenal para atender a un mayor número de pacientes.