Por sin no fueran demasiado los petulantes y enrevesados diálogos, que solo mediante un guión previo un joven seria capaz de repetir, la película añade una insoportable voz en off del protagonista, haciendo estúpidas disquisiciones sobre todo, que a los pocos segundos el espectador ya ha olvidado. Y una vez más hay un exceso de citas de personajes que son desconocidos para la mayoría de los espectadores y eso hace que el chiste que se pretende, carezca de gracia. El concepto que tengo de “cine” es algo con más imagen, y menos diálogo, para contar una historia y/o exponer alguna teoría o pensamiento. Llega un momento en que la voz en off se calla y el espectador da gracias a Dios por ser liberado de tanta tortura. Pero, desengáñense, al final vuelve para contarles que es lo que en realidad ocurrió. La fotografía, llena de colorido, podría ser lo mejor, pero está en función de nada, salvo las escenas de las drag queens. Y la música es la típica banda sonora que si la película tiene algún éxito puede vender algunos CDs. Los planos de la entrada a la “Hig School” se repiten de forma obsesiva, pero el colmo llega cuando después de los títulos de crédito, al final, vuelve a aparece y una vez más sin sentido. Por cierto, si se trata de un instituto de estudios norteamericanos ¿Cómo es que no aparece la bandera en ningún momento? ¡Ah, ya se! Se trata de copiar la estupidez de tanta película estadounidense sobre estudiantes pero dándole un supuesto sentido progre y crítico.