Hasta el menos avezado, cuando lee en los títulos "Tony Scott" sabe (o por lo menos intuye), al tipo de producto que se va a enfrentar: cine ultravideoclipero, bien rodado, directo y sin complicaciones. Podría decirse que, si Michael Bay es el padre del cine de acción actual, Tony Scott es el padrino: montaje alocado, eternos planos secuencia, ultraviolencia y escenas de sexo con más coreografía que una final de ballet ruso.

"Revenge" está protagonizada por un Kevin Costner en la cúspide de su carrera, justo antes de ganar el Oscar por “Bailando con Lobos". Al elenco se unen caras conocidas del género: Madeleine Stowe o, el ya veterano, Anthony Quinn.

La historia ya la sabemos: Costner le roba la mujer al capo mejicano, y éste, en un descomunal ataque de cuernos, ejecuta su implacable venganza sobre la tórrida pareja. A partir de ahí, la cinta se convierte en una road movie donde el protagonista redimirá sus ansias de venganza, cepillándose a medio cártel mejicano.

La realización de la cinta es burda, sin clase, dividida claramente en dos etapas: la consumación de la traición y, por otra, la sed de venganza.

A destacar la partitura de veterano Jack Nitzsche, que viste las escenas ñoñas de un barroquismo fuera de lo normal, a veces acertando en el libreto y otras desparramando una diégesis demasiado histriónica y lacrimógena que en vez de enriquecer las escenas, las edulcora en exceso. Pero quizás sea lo mejor que tiene la película, a parte de la tórrida escena del jeep o la brutal paliza en el cottage.

En definitiva, la historia de romance prohibido sólo deleitará al sector más cañí y cayetano, usuario de fragancia Brummel, portador de jerseys a lo preppy, (esto es, anudado sobre los hombros) y fervoroso usuario de las rayban aviador hasta en la ducha.

Un cockltail demasiado comercial, vacío y moñas hasta para nuestro querido rey del exceso: Tony Scott, (D.E.P.)