De la profesión de actor casualmente trata esta muy buena película iraní que, más allá del tema emigrantes si o emigrantes no, como tema candente en USA hoy en día por culpa del Presidente Trump, el film ganó el Oscar a mejor película de habla no inglesa y entiendo tuvo sus merecimientos propios y puros para lograr esa distinción, y no más. Se trata de un drama familiar como tantos que ocurren en cualquier país del mundo con la pequeña diferencia que este tiene lugar en un país árabe con hábitos de vida y costumbres muy disímiles a lo que acostumbramos ver en nuestros mundo occidental, aunque vale la pena resaltar que tampoco aqui se rasgan las vestiduras por esas tradiciones impuestas por el Islam. Los actores en esta trama son también actores en la ficción interpretando la famosa obra de Arthur Miller "La muerte de un viajante", pero en sus vidas reales también deberán interpretar roles complejos que los desafíos imponen en situaciones extremas. Y precisamente en una situación extrema e impensada se verá sumergida en cuerpo y alma esta pareja de iraníes que deberán afrontar y sobrellevar. El guión tiene un giro inesperado casi sobre el final que logra reanimar lo que parece tedioso al espectador, aunque algo podemos ir presumiendo ocurrirá por el acopio lento y pausado de una tensión que crece y parece se desbordará en cualquier instante; los primeros planos de los rostros reflejan eso y mucho más, al margen de las incógnitas que parecen acumularse enmarcando esta historia. Las actuaciones sin excepción son todas excelentes y logran el fin buscado por el Director: sobrecoger al espectador en una secuencia de hechos simples y cotidianos pero que enseñan la crudeza del alma humana que no desea ser engañada y menos aún perturbada por profundas revelaciones de secretos e hipocresías con que se suele conservar una pareja o un matrimonio a lo largo de muchos años. Finalmente cada uno habrá de asumir como pueda sus propias culpas y miserias, pero seguro que estas, una vez desenmascaradas serán la sombra que se pegará a su conciencia mientras viva. Luego, otra vez al maquillaje y a las tablas del teatro para seguir actuando, pero con el alma agobiada al volver al mundo real y también seguir con otro maquillaje.