Resulta difícil extraer cual es la clave del éxito de esta película: personajes dispares, situaciones extrañas, medidas para los problemas razonablemente estúpidas... No es una comedia romántica convencional donde se cumplan ciertos arquetipos establecidos. Puede que esa sea la ráiz paradójica de su notable éxito de crítica y público. Lo que es innegable es la capacidad de Daniel Sánchez Arévalo para dotar a los personajes de ternura, aun siendo tan diferentes en su carácter y comportamiento, así como la habilidad para convertir una situación dramáticamente adversa en un momento para la risa.
No sé si el título alude simplemente al parentesco que guardan los tres protagonistas o es extensible a la actitud que éstos tienen, ni tampoco estoy muy seguro si, tras un desengaño amoroso, todos haríamos una terapia de choque como la que Quim Gutiérrez acepta de su primo Raúl Arévalo, pero en este caso sí que parece haber acertado. El resultado es una comedia que respira sencillez, donde todo se toma con una normalidad humorística asombrosa y se acepta como tal. El arranque, además, de los más originales que yo haya visto.