Y como reza el dicho, esta no es la excepción. Como dice la prostituta a la amante (virtual) de Gosling "Estuve dentro tuyo y no eres tan profunda como crees". Por empezar esta innecesaria y fallida secuela dirigida por el infatuado director de la soporífera e igualmente pedante "La llegada", el canadiense Denis Villanueva traiciona el mundo creado por la Blade Runner original. Allí todo era oscuridad, lluvia y luces de neón. Aquí sólo lo es en Los Ángeles (y ni siquiera porque aquí también aparecen escenas dieras y nocturnas) pero al parecer en las zonas rurales eso no es así sino que no sólo hay día y noche, sino también arboles, cosa que tampoco ocurría en la original donde desde la vegetación hasta los animales eran hologramas. La actuación de Ryan Gosling es de pena. Jared Leto hace su enésimo villano exótico. Ana de Armas exhibe su físico privilegiado y justifica la visión de esta soporífera secuela de casi tres horas. Y Harrison Ford, en horas bajas, aparece a dar vergüenza ajena en un par de escenas reviviendo al Deckard de la primera parte. El resto es una retahíla de frases supuestamente trascendentes que tienen la profundidad de un sobrecito de azúcar.