A la conclusión nos cuentan que la historia está basada en hechos reales.
En la gran matanza que se produjo en Snow Hill (Utha) en 1898, cuando unos cazarrecompensas sin escrúpulos asesinaron a un montón de desgraciados cuya única culpa fue robar comida para no morir de hambre en medio de la nieve. El Gobernador les había concedido ya la amnistía.
La cinta introduce además una venganza. Silencio (Trintignan), un pistolero mudo, tiene cuentas pendientes con el malvado Pollicut (Pistilli) y con el siniestro cazador de hombres Loco (Kinski). Este con su retranca de siempre, "Si no fuese esposado, aplaudiría".
La trama está bien, el guion no. No es de recibo que un montón de desgraciados vaguen famélicos en medio de la nieve y se dejen matar por unos pocos pistoleros que andan por allí. Si tan desesperados están para robar, más deberían estarlo para enfrentarse con los que quieren asesinarlos.
Realización regular. No se aprovecha bien la tensión dramática, personajes a veces un tanto ridículos, sobra premiosidad. Pero a la vez nos ofrece imágenes de gran belleza plástica, hay momentos brillantes y, sobre todo, se atreve con un desenlace muy pocas veces visto en el western. Si señor.
El doblaje es pésimo, "¡Joder, me ha destrozado la mano!", patético a ratos, "No me mate, no volveré a hacerlo".
Suerte que es una cinta de pocas palabras, de silencios, de miradas ...
Un western mediterráneo en medio de la nieve y del frío. Con magníficas escenas como esa diligencia que vemos a lo lejos en medio de la blancura. Y dentro de la misma el sheriff Burnett (Wolf), el avispado irlandés de "Hasta que llegó su hora), y Silencio. Todo un anticipo de "Los odiosos ocho" (Tarantino, 2015).
Silencio odioso. El gran silencio odioso que sepultó en el olvido la vergonzosa matanza de Snow Hill.
¿La música? Morricone. Sobran comentarios.
Sin ser la película de culto que algunos ven, nos parece interesante y recomendable.