Nos hemos acordado del corredor de Richardson y de sus soledades al ver la de este oscuro oficinista cincuentón, Duval (Cluzet), separado, ex alcohólico, carne de terapia de grupo y aficionado a los puzles. Con un aire al Dustin Hoffman de "El graduado", también introvertido y taciturno.
Cinta que se mete en las cloacas del estado, con sus servicios secretos que mueven en la sombra los hilos de la política y de la economía.
El guion tiene bastantes agujeros. El primero la mala selección de personal que hace esta gente que parece tan lista. El segundo lo innecesario de un mecanógrafo para transcribir al papel grabaciones supersecretas, que a partir de ese momento tienen un testigo y un documento en papel que acabarán resultando incómodos. Más gente al tanto del asunto.
La realización se centra en Duval, en el personaje, zarandeado y a merced de los acontecimientos hasta que debe tomar la iniciativa sobre su destino. Soberbia interpretación. No hay muchos personajes más.
Más drama interior en este mecanógrafo que tensión dramática que trascienda al espectador. Escasa emoción. Todo resulta bastante frío, como los tonos azules y grises del colorido.
Con todo resulta una buena película de espías. A la francesa, como dice alguno, pero recomendable a los aficionados al género. Y a los amigos de las máquinas de escribir.