Uno de los mayores inconvenientes del ejercicio de la nostalgia reside en la nula, o escasa capacidad para valorar y apreciar otros puntos de vista de nuestro pasado. Me explicaré: el color del cristal con el que es conveniente ver esta película es el que aparece en los ojos, inquietos y hambrientos de sensaciones, de un niño. Pero un niño que sabe que el tiempo pasa, y todo tiene que madurar. Aceptamos nuestra propia evolución y, muy pocas veces, la que atañe a momentos cumbre de nuestros tiempos pretéritos.

Esta "Bella y la Bestia" es una vuelta de tuerca con la suficiente frescura como para atraparnos durante más de dos horas, francamente cortas. El guión se hace mayor y nos muestra algo más sobre la personalidad y las motivaciones de los protagonistas. Su veteranía también le permite tapar varios agujeros argumentales del filme original y darnos un baño de espectacularidad técnica en casi todas las escenas.

En su mayoría, las interpretaciones son muy correctas: Emma Watson refleja, con acierto, el carácter de una chica harta de ser apartada por estar adelantada a su tiempo. Su mirada es melancólica y apagada. Luke Evans es un magistral villano. Actúa con pasión y entrega, con gran carisma, devorando, por momentos, la pantalla. Josh Gad es su perfecto contrapunto. La química entre ellos es elevada.

Démosle una oportunidad a esta más que digna sucesora y al niño grande que llevamos dentro que nunca debe perder el ansia por ser sorprendido.