Pues esas escenas teatrales que se insertan, coloreadas, entre el presente apabullantemente blanco y negro de Tetro, me han recordado a las imágenes de la capa roja de Drákula deslizándose con vida sobre las largas escaleras.

Lo que más me gusta es esa historia llena de recuerdoss tristes y los personajes que hacen cosas tan impensables como acabar a tijeretazos con un abrigo Armani y tirarlo por el balcón.

Teatro dentro del teatro y traiciones familiares que se repiten. Un padre demasiado importante como para preocuparse por algo más que el cheque de fin de mes de sus hijos y un hijo demasiado débil como para sobreponerse a su padre genial.

El amor de dos mujeres: una en época adolescente, que lo deja encandilada por la fama; otra, en la época adulta, que no lo deja a pesar de su mal carácter y sus ataques de cólera.

Cuando llega Beni, el joven que añora el cariño de su hermano mayor, todo un mundo de sentimientos se pone en marcha. Este joven, verdadero protagonista de la historia, busca y rebusca hasta encontrar las notas más íntimas de su hermano. Y su hermano considera que eso es una traición y que, como pasó con otros hermanos hace ya muchos años, uno es el genio y otro es el que se llevará las gracias. Pero todo se trastoca.

Cada versión teatral de Coppelia es un grito de dolor por la mujer desgarrada que se cruzó en el camino de tres hombres y permanece inerme, atada a una cama de hospital. Cuando la "actriz-muñeca" es traqueteada y descuartizada entre los "actores-hombre" que la aman y la quieren para sí, algo se desgarra también en nuestras pupilas, presintiendo un drama que va más allá de la ópera a todo color.

Una película que también me ha recordado loss guiones de Medem, tan eleborados y tan literarios, donde las cosas se enredan entre sentimientos y silencios. No soy fan de Coppola, pero voy a empezar a serlo.