Esta historia no podría ser llevada al cine si no se cuenta con un actor de la calidad interpretativa como Michael Caine, que es capaz de llevarnos de la mano por esta trama sórdida, triste, de soledades, de violencia, de una realidad que, si no fuera por el cine, jamás conoceríamos. La ambientación está muy lograda y el director consigue que la cámara hable palabras de silencio, que el suspense se apodere de cada plano y que no sepamos por dónde va llevarnos la acción. Junto a Caine, destaca también la interpretación de Emily Mortimer, a quien ya habíamos visto en otros papeles y que en este nos aporta una humanidad que se hace muy necesaria en esta película y con el espectro de personajes con que nos encontraremos.