El trabajo de Paul Thomas Anderson ha sido siempre muy alabado por la crítica casi siempre, el público a veces no ha sido tan entusiasta con el director. Esta película es un buen ejemplo de ello. La crítica la alabó sin contemplaciones pero el público en general le dio la espalda.
Quizá esto se deba a que la mayoría de la gente se esperaba ver una de las clásicas películas chorra de Adam Sandler acompañado de su trouppe de amiguetes y se dieron cuenta de que no era así. Se trata de una comedia, sí, pero no es la típica comedia de humo más o menos zafio en la que predomina un humor más familiar, sino que es una comedia si no dramática, al menos amarga, con un regusto agridulce. No es una comedia blanda, ni fácil de ver y por cada risotada que uno pega (o se le escapa) hay una honda reflexión sobre la familia y los diferentes complejos y traumas que nos imponen.
Adam Sandler raras veces ha estado mejor que en esta película y es una pena que no se prodigue más en papeles de este tipo. Sandler interpreta a un maniático obsesivo que vive bajo el dominio psicológico y emocional de su familia, en concreto por su madre y sus hermanas. Es algo así como el Marvin de "Mejor Imposible" siendo un calzonazos. Así, el personaje de Sandler se debate entre el amor verdadero desconocido por él hasta ahora y que representa la estupenda Emily Watson y el sentimiento de sometimiento que siente por su familia, se debate por la libertad que le ofrece el amor y el miedo a la libertad y la seguridad que siente bajo el ala protectora de su familia.