Lejos de ser la mejor película que trata el tema de la mafia Ítalo-americana, a pesar de la escasez de escenarios con los que cuenta y aunque es demasiado dramática y poco violenta para mi gustó, el debut detrás de las cámaras de Robert De Niro es una interesante propuesta para visionar durante dos horas.
Corre el año 1960 en el barrio neoyorquino del Bronx donde conviven familias humildes de New York. El gánster Sonny (Palmenteri) es el dueño del barrio, el tipo que provoca miedo en los grandes y curiosidad y cierta admiración en los niños, en especial en Calogero Anello. Un tiroteo, presenciado por Calogero, se convierte en el inicio de una duradera relación entre el gángster y el pequeño. Lorenzo Anello (De Niro), padre del niño, un honrado conductor de autobuses, no aprueba para nada esta relación.
Con un dúo de secundarios de lujo, soberbios en sus interpretaciones, tanto De Niro como ese padre honrado que se gana la vida conduciendo un autobús y Chazz Palmenteri en la piel del mafioso Sonny se lucen en sus papeles, logrando que lo mejor del film, junto a la ambientación de la época, sea la disputa y presión que ambos ejercen en la personalidad del protagonista. Por el contrario, lo peor de la película es cuando Calogero se hace adolescente ya que el actor que lo interpreta de joven (Brancato) no esta a la altura de las circunstancias en absoluto. Todo lo creíble que es la historia del Calogero niño aquí se disipa bastante, parece que cuando es mayor el protagonista se queda sin entender lo que de niño si entendía.