'Bad Boys 2' posee más músculo. 'Bad Boys 2' posee más fondo. El problema es que, cuando digo esto de 'Bad Boys 2', no es tanto por su guión como por la lujosa factura visual que la envuelve, la complexión atlética de Will Smith o el ensanchamiento de la papada de Martin Lawrence.
Tras 'La Roca' y 'Armaggedon', Michael Bay tampoco era el mismo. Ya se había transformado en un consumado fabricante de blockbusters, y si a eso le añades que, con 'Pearl Harbor', pudo comenzar a creerse un cineasta de verdad, al californiano le sobraron motivos para tirar la casa por la ventana y apostar por una secuela con más de lo mismo, con más metraje, con más escenarios, más acción, más personajes de relleno, y más explosiones. Y claro, más humor: Burnette (Martin Lawrence) reprochándole a Lowry (Will Smith) 'haberle roto el culo la otra noche' mientras los dos son grabados por las cámaras de una tienda de electrónica o dos ratas echando un polvo en la mansión del narcotraficante Johnny Tapia.
De paso Bay nos obsequia -o se obsequia a sí mismo, que viene siendo lo mismo- con un adrenalítico, ruidoso y formidable clímax motorizado por las chavolas de la Bahía de Guantánamo o un espléndido tiroteo -con persecución, claro- entre policías y rastafaris haitianos por la autopista de Miami.
Por esta pirotecnia tropical de Bay plantan también su culo Peter 'me apunto a todo' Stormare, un fugacísimo Michael Shannon que trata de ganarse las lentejas con el papel más estúpido de su carrera, Joe Pantoliano pegando gritos, el peluquín de Joe Pantoliano mientras pega gritos, o un delirante capo de la droga bordado por Jordi Mollà -tocado por el duende de Dinio García- que brinda los mejores instantes de la función.
'Dos policías rebeldes 2' (2003, Michael Bay) consigue dar más -y mejor, porque el listón a rebasar tampoco era demasiado alto- de lo mostrado por su predecesora.