Tan mala no es. John Leguizamo es un interesante Violator, Michael Jai White es un más que aceptable Simmons... y bueno, luego está Martin Sheen que es un desastre inaudito. Una vez te acostumbras a ver al Terry blanco incluso te da igual, y Wanda luce bastante mejor en los cómics que en la serie.

Pero no os voy a engañar, puede que no la vea tan súmamente mala que el resto, pero prácticamente merece la pena únicamente por los efectos, y si me apuráis sólo por la capa de Spawn. Los que apilamos los cómics de Todd McFarlane en nuestras estanterías estamos muy de acuerdo en que la capa de Spawn es magnífica, y que el resto de cosas de la película no están a la altura. El propio engendro infernal se dedica casi toda la película a pegar tiros en vez de a usar sus poderes del más allá. Vale que al principio el cómic también era muy de tomar las armas en aquellas batallas con overkill, pero no cabe tampoco duda es que el principio de Spawn como cómic fue bastante peor de lo que luego se convirtió.

Porque Spawn pasó a ser más un concepto que un personaje. Una sombra acechante, un ente por encima del bien y del mal que libraba batallas donde cielo e infierno se peleaban por su control. De la vertiente psicológica de ese tan interesante Spawn no hay absolutamente nada en la película, y es por eso que todo acaba siendo una ensalada de tiros y venganzas insulsas que dejan a Spawn cinematográficamente en ridículo.

Si consigues evadirte un poco de la verdadera historia de Spawn y sus cómics te encontrarás con una película mala, pero no insufriblemente mala.