John Frankenheimer se rodea de un gran grupo de actores para filmar una película de fórmula y molde, es decir, nada nuevo bajo el sol pero que asegura resultados.
Y es que el aspecto prefabricado de una historieta de terrorismo, espionaje e infiltraciones viene a ser una base argumental más bien pobre, deliberadamente sacrificada al espectáculo visual, y que por momentos es mejor obviar por ese rancio aroma ultra patriótico tan típico y molesto, al menos para mí, un espectador no norteamericano.

Pasando por alto este último punto, no se puede negar que “Ronin” esta dirigida por la mano experta de un artesano que disfruta filmando cine de acción y que pone todo su empeño en que ésta no sea una película más del tan maltratado género. Por momentos lo consigue, y aunque el guión no acompañe, a Frankenheimer se le nota disfrutar diseñando tiroteos y planificando persecuciones. Alguna de estas últimas son espectaculares, otras en cambio, aburren de tan largas, tediosas e inverosímiles que resultan.

Y entre tanta parafernalia lástima que por el camino se le olvide desarrollar un poco los personajes. Personajes, que sea dicho de paso, no están a la altura de los actores que los encarnan, siendo el caso mas sangrante el de De Niro, un vaca sagrada que aquí le toca lidiar con un papel deslucido, protagonista casi a la fuerza, y al que su innata capacidad interpretativa lo salva de la quema, pero poco más. A la sombra del canoso italoamericano se esconde Jean Reno, desapercibido e innecesario, y un Sean Bean totalmente desaprovechado al que casi ni se le ve.

En definitiva, “Ronin” posee una trama mediocre, por momentos sonrojante y que en su empeño por resultar interesante arrolla algunos códigos de cine inviolables para el buen entendedor, que aun así y si se empeña un poco, consiguerá abstraerse de la estridencia argumental para disfrutar con unas secuencias de acción casi sin efectos especiales de quitarse el sombrero directamente y que sin duda alguna entretienen de lo lindo.