Mientras veía esta película no pude evitar recordar a alguien que conozco. Un sujeto que desde muy joven se mostraba extremadamente acomplejado, tímido e inseguro; lleno de conflictos emocionales y temores que trataba de subsanar con ínfulas de grandeza, las mismas que lo llevaron a decidirse por estudiar medicina sin la más mínima vocación en un afanoso intento por hallar respeto y prestigio pues veía en los médicos figuras admirables, no por su labor, sino por trivialidades tales como los lapiceros finos que utilizaban!
Como era de esperarse, durante su periodo de práctica antes de graduarse cometió crasos errores que llegaron incluso a poner en riesgo la vida de algunas personas, estrellándose pues con la realidad al comprobar que la medicina era mucho más que usar lapiceros finos. Fue así como el mediocre Doctor Calisto Portales*, abrumado por la enorme responsabilidad y exigencia del ejercicio de tan loable profesión y para la cual no estaba preparado, optó por el facilismo y, a diferencia del Doctor Martin en la película, no se volvió un psicópata (por fortuna) sino que se dedicó a aplicar placebos como acupunturas para adelgazar. Como es natural en estos casos, el “tratamiento” solo arroja resultados favorables si el paciente se compromete a cuidar su alimentación y a realizar alguna actividad física (risas).
En cuanto a la película, es interesante y entretenida aunque no deja de ser un producto menor que durante todo su metraje produce la sensación de estar viendo un episodio de alguna serie sobre médicos, tan de moda últimamente.

*Nombre ficticio.