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Bloomsday rating:
8
8.0
31,474
Drama
After her husband's suicide, Blanche, helpless and disoriented, takes refuge in New Orleans at the home of her young sister Stella, married to the brutish Stanley Kowalski. While trying to start a new life for herself, Blanche begins to frequent several of Stanley's friends and becomes close to the timid Mitch, who is fascinated by her ambiguous behavior. All too soon, however, bending to the constant pressure she is under in her new ... [+]
Language of the review:
- es
November 1, 2009
35 of 41 users found this review helpful
De recios márgenes teatrales, la peli contiene multitud de enfáticos apuntes, ya sea una realización centrada en actores y decorados, puesta en cuadro de pocas tomas y pocas cámaras, o la dirección artística de escalera, que sirvieron como confirmación de un Kazan enteramente embebido en su status de “autor”.
Se supera así en parte el sedimento de evolución y aprendizaje de su primer cine, como es el caso de “Lazos humanos”, de morfología clásica -en el sentido más excluyente del término-, e incluso propuestas extrañas como “El justiciero” y su desarrollo periodístico y policiaco poco habitual en un director como Elia Kazan, quizás encasillado en la memoria del aficionado dentro de un cine de composición manierista (o churrigueresco, también, como apuntan por ahí) de personajes.
Kazan había dirigido poco antes la obra de teatro, así que empleó un reparto muy similar, lanzando al estrellato a un Brando que fue también protagonista sobre las tablas. Recurrió a V. Leigh para tener, al menos, un nombre de cierta repercusión comercial.
En el borrador de proyecto de adaptación el director trató de dotar al guión de un hálito más cinematográfico, presentado el pasado de Blanche DuBois y recurriendo a una pluralidad de localizaciones. Finalmente, optó por respetar la configuración teatral ciñéndose casi por completo a la unidad de espacio que podemos ver en la película.
Desde luego, este tipo de propuestas, con toda la carga sensual y de obvia aunque potente simbología de Tenesse Williams y su visión del sur estadounidense -como las figuras de cristal o iguanas que habitan sus obras-, encajaban bien en Kazan y su tendencia de “método” hacia la introspección psicológica. Características que habrían de ser, sin duda, sello de estilo en buena parte de su filmografía. Pues bien, quizás de todo ello sea esta cinta pistoletazo de salida. Quizás también máximo exponente.
El “Método” obtuvo perfecta promoción gracias a esta película. Gracias a Kazan y a Brando. Los cuerpos se retorcían en el contorsionismo de un abrazo, los primeros planos proyectaban mohines con la misma exageración con que las voces se dirigen a los palcos de teatro, y surgían del blanco y negro (en color después) omóplatos que se arqueaban hundiendo el pecho -Brando, Newman o Monty Clif-. Así, surgió el método Lewis&Strasberg, como emergió abisal la revolución bop en el jazz. Con fraseo emotivo, punzante, de gestos e improvisación.
Se supera así en parte el sedimento de evolución y aprendizaje de su primer cine, como es el caso de “Lazos humanos”, de morfología clásica -en el sentido más excluyente del término-, e incluso propuestas extrañas como “El justiciero” y su desarrollo periodístico y policiaco poco habitual en un director como Elia Kazan, quizás encasillado en la memoria del aficionado dentro de un cine de composición manierista (o churrigueresco, también, como apuntan por ahí) de personajes.
Kazan había dirigido poco antes la obra de teatro, así que empleó un reparto muy similar, lanzando al estrellato a un Brando que fue también protagonista sobre las tablas. Recurrió a V. Leigh para tener, al menos, un nombre de cierta repercusión comercial.
En el borrador de proyecto de adaptación el director trató de dotar al guión de un hálito más cinematográfico, presentado el pasado de Blanche DuBois y recurriendo a una pluralidad de localizaciones. Finalmente, optó por respetar la configuración teatral ciñéndose casi por completo a la unidad de espacio que podemos ver en la película.
Desde luego, este tipo de propuestas, con toda la carga sensual y de obvia aunque potente simbología de Tenesse Williams y su visión del sur estadounidense -como las figuras de cristal o iguanas que habitan sus obras-, encajaban bien en Kazan y su tendencia de “método” hacia la introspección psicológica. Características que habrían de ser, sin duda, sello de estilo en buena parte de su filmografía. Pues bien, quizás de todo ello sea esta cinta pistoletazo de salida. Quizás también máximo exponente.
El “Método” obtuvo perfecta promoción gracias a esta película. Gracias a Kazan y a Brando. Los cuerpos se retorcían en el contorsionismo de un abrazo, los primeros planos proyectaban mohines con la misma exageración con que las voces se dirigen a los palcos de teatro, y surgían del blanco y negro (en color después) omóplatos que se arqueaban hundiendo el pecho -Brando, Newman o Monty Clif-. Así, surgió el método Lewis&Strasberg, como emergió abisal la revolución bop en el jazz. Con fraseo emotivo, punzante, de gestos e improvisación.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Interesante, aunque de la peli queda poco por decir a estas alturas, es analizar la controvertida interpretación de Vivien Leigh, ver su efecto de pulpo en la cacharrería de actores fetiche de Kazan y comprobar si sus clásicos modos de actriz de mirada perdida, ceño fruncido y Lawrence Olivier, que ya en la propia película se observan desubicados a lo Norma Desmond, realmente son inapropiados al compararlos con ese otro mundo de roles interiorizados de Brando y Malden -que también recibió formación de Strasberg-, o coadyuvan eficazmente al efecto de disociación que el personaje de Blanche experimenta entre la realidad y ese otro mundo imaginario de esplendores, pasados y traumas en el que se refugia.