Eso sí, a pesar de que le han debido partir la nariz cientos de veces la pituitaria se la han dejado aparentemente intacta, porque el tipo es capaz de convertirse en somelier de la noche a la mañana. Pues bueno, pues vale, pues me lo creo, al fin y al cabo estamos en el cine. Pero ya que se ha ahorrado la descripción de los personajes y el asombroso crecimiento intelectual del protagonista, por lo menos la historia debería tener algo de intríngulis.

Pues no. Si alguien esperaba un Ocean’s Eleven con unos poligoneros escoceses, que se olvide. Llevarse un par de botellas de un tonel que vale un millón de libras y venderlas en el mercado negro, está tirao. Si alguien esperaba algo de jaleo en el reparto del botín entre unos convictos o ex convictos o futuros convictos escoceses que se olvidé también. En el fondo son buenos chicos y pueden patear la cabeza a uno que pasaba por allí hasta dejarle ciego, pero no se van a poner a regatear unos miles de libras con unos colegas tan paletos como majos.

Pues sí, podría acusarse al amigo Loach de llevar el buenismo a extremos empalagosos si no fuera porque hasta eso lo hace mal. La película entera se convierte en un publireportaje malo de Old Scotch Whiskey y una apología del alcoholismo juvenil. Hasta el ángel bondadoso de la película es un tipo que se lleva a una panda de jóvenes con antecedentes penales a una destilería a que se echen unos whiskeys… mientras él se echa uno doble antes de coger la furgoneta de vuelta a casa… Por no decir nada de la moraleja final: ¿cómo redimirse de un pasado tormentoso? ¿estudiando? ¿trabajando duro? No, roba lo suficiente para comprarte una furgoneta y consigue un trabajo extorsionando al primer dandy con el que te eches una copichuela.