Se trata de una historia minimalista pero muy original, con algunas lagunas pero dramática. Dos mujeres, un niño, un país extraño, un ambiente claustrofóbico, un contexto bélico tenso, sentimientos ocultos, amor no correspondido, relaciones fracturadas y mucha carga erótica, son los elementos que la película contiene expuestos a través de diálogos mínimos y a penas los más elementales datos. Conforme avanza, la trama comienza a girar más y más al rededor de la relación que hay entre los personajes, que visto desde cierto ángulo podría identificarse como triángulo amoroso, volviéndose al final algo retorcido. En una primera lectura podría no resultar demasiado profunda, pero analizándola ofrece cualquier cantidad de interpretaciones.

Muy interesante el hecho de que aunque no se mencione un dilema religioso ni cuestiones teológicas, el factor divino está implícito, o al menos la ausencia de él, al reflexionar sobre el título de la cinta y la forma en que esa palabra se maneja en las dos anteriores películas de Ingmar Bergman, las cuales no solo comparten semejanzas en la estructura de la historia y la narrativa, también en la estética, las actuaciones y el tipo de relación entre los personajes. Como puede esperarse el aspecto técnico impecable (sin demasiada brillantez) las actuaciones sobresalientes y en general el concepto, absolutamente profundo e inquietante.

Por otro lado se le puede criticar mucha ausencia de explicación en numerosas situaciones, cosa que si se le presta mucha atención puede resultar sumamente molesto.