Cada vez me cuesta más mantener la atención en una película de las muchas que se proyectan en los numerosos canales de televisión de que disponemos hoy. Esta cinta fue una rara excepción a esa norma cada vez más común. Y eso que Billy Bob Thornton no es un actor que me agrade mucho, pero aquí el hombre se supera sin apenas cambiar su registro habitual: un mérito. El segundo, la historia. Cautivadora, cruda, sin concesiones ni florituras, fatal y, en el fondo (muy en el fondo) con un (presunto) toque de optimismo (v. spoiler). Halle Berry y Heath Ledger son referencias obligatorias en esta historia. Magnífica la primera, felizmente alejada de Tormentas, agentes 007 y Catwomen de cualquier clase, real, desgarradora y espléndida. Brillante el segundo, en su línea, pero también como la estrella que fue: fugaz. Prejuicios y odios familiares y raciales son el caldo de cultivo donde el amor a duras penas se abre paso. Tanto que cuesta reconocerlo, confundido entre la reacción frente a la culpabilidad o la necesidad material y afectiva que sufren sus protagonistas. Este es quizás el punto que menos me gustó de la historia, su extremo fatalismo, pues en el ambiente que se describe parecería increíble que un romance semejante hubiese podido ocurrir, de no haber mediado las trágicas circunstancias que lo envuelven y configuran. Personalmente, me gusta concebir la realidad de otro modo; pero esa es mi historia, no la que aquí se comenta. En resumen: con gancho, bien interpretada y concebida, trágica y fatal. Sensibleros abstenerse.