Unos 150 años DC, en la frontera del imperio romano con las tierras altas escocesas, el legionario romano Marcus Aquila cae herido en una batalla contra los bárbaros. 34 huesos quebrados y 18 litros y medio de sangre derramada. Marcus es condecorado y dado de baja con honores, por haber quedado más molido que rodilla de zapatero, pero como es tanto o más huevón que un parlamentario comunista, monta en cólera, porque su misión en la tierra no ha terminado. Aún no ha encontrado el águila de latón dorado comprada en un galpón chino que el borracho de su padre perdió en una de las cantinas que los bárbaros tienen para solaz de los milicos del imperio en sus barrios bajos. Marcus debe lavar el honor del que cree es su progenitor, también el del regimiento y acompañado de Esca su esclavo, emprenden la búsqueda de los borrachines de la novena legión que con su padre a la cabeza se halla perdida junto al águila de latón dorado que con esfuerzo y sacrificio fue comprada en tres cuotas, precio contado.