Seguramente son esos fuegos fatuos de la civilización los que impiden la percepción clara de que el mundo es así. Así, como lo muestra el pintoresco fresco fílmico que es La Piel que Brilla, escrito y dirigido por Philip Ridley, cineasta de parca carrera en la que éste es seguramente su trabajo más destacado y meritorio.

Seth Dove es el extraño protagonista infantil de esta no menos extraña -y por cierto fascinante- historia. El otro protagonista es sin duda ese paraje rural de la América de los 50 -en el que discurre la acción-, delineado por unas cuantas casas aisladas y prados que se pierden en el horizonte, pintados de doradas mieses danzantes al compás del viento y del sol. La infancia, la soledad y el aislamiento son la representación del mundo en este relato fabuloso, tétrico y lúgubre. Y en la inquietante medida en que funciona como un oscuro espejo de la condición humana es donde radica lo que tiene de terrorífico.

Seth urde en su mente pueril una rudimentaria composición de la realidad a través de sus azarosas observaciones y de las conversaciones que mantiene con sus padres, con sus amigos, con esa mujer sombría y misteriosa que tiene de vecina, Dolphin, a la que atribuye la condición de vampiro. El niño se erige de esta manera en una metáfora de las falsas nociones, de las creencias, de las supersticiones, de la ignorancia. De igual modo el resto de los personajes y los motivos que vemos desfilar nos remiten a los rasgos fundamentales de la condición humana, tallados en la matriz de la oscuridad y ungidos con la corona de la muerte. Como ese siniestro Cadillac negro que suele pasear por el pueblo a una banda de pederastas y asesinos. Como los fallidos padres de Seth. Como las angustias insuperables de Dolphin; o como el joven Cameron, el hermano mayor de Seth, íntimamente quebrado por sus experiencias en la guerra mundial. Un compendio de lo irredento, lo sin esperanza.

Técnicamente es un trabajo facturado con gran dignidad dentro de un presupuesto acotado. Visualmente poderoso, cuenta con una brillante fotografía para su oscura poesía. Un film sencillo y a la vez grande, que cuento sin duda entre mis favoritos.