Últimamente es la revisión de films como éste lo que me hace volver al cine -un cine que seguramente no habrá de retornar, dejando paso a expresiones que quizás valorarán las actuales generaciones pero ciertamente pasarán de mí.

Un ángel exterminador sobrevuela la Nueva York setentera que a través de una narración vigorosa y abarcativa pone Spike Lee ante nuestra mirada atónita. Cuadro abigarrado y vertiginoso, muy a tono con esa realidad que pinta cociéndose en los fuegos de su propia autodestrucción. He allí la argamasa secreta que da sentido al aparentemente caótico e indescifrable fresco con toques fellinescos. Es que Summer of Sam es un clásico cabal, perfectamente a la altura de los grandes, y digna de su lugar de honor en el museo de los pináculos de otrora que el futuro no podrá emular jamás.

Así que sólo cabe volver a disfrutar de este peliculón en toda regla, de su algarabía y violencia, de sus estridencias y sordideces, de su música y sus historias. Allí están esas grandiosas parejas protagónicas: Vinny (imapagable John Leguizamo) y Dionna (deslumbrante Mira Sorvino), junto a la pareja de Adrien Brody y Jennifer Esposito. (Las escenas recurrentes del tambaleante matrimonio de Vinny y Dionna calan hondo, son realmente antológicas y dignas de verse y volverse a ver sin cansancio). Allí están el rockero alienado encarnado por Brody, merodeando el submundo de los pubs más escalofriantes; la banda de amigotes haciendo correr los sobrecillos de estupefacientes y desplegando las patéticas alas de su vulgaridad, sus prejuicios, su arrogante ignorancia; allí están los pervertidos y los dados a las perversiones... y tanto más del fantástico universo de Spike Lee.

No pasará mucho tiempo para que vuelva a sentirme tentado de subirme otra vez a esta espectacular montaña rusa que es Summer of Sam.