La maquiavélica, pura, auténtica y visceral atmósfera de venganza que se comienza a labrar en el film tras la primera escena, en la que dos hombres rajan la cara de una prostituta, es lo mejor que tiene "Sin perdón". Un Eastwood consciente de su genialidad realiza una película hecha a su medida, a su ego y también, a su patria. Con un guión de "los de antes", la película habla de la defensa del honor personal, por encima de otras cuestiones baladí. El color de la fotografía, así como la música y la emoción que Eastwood impregna hace que se trate, géneros a parte, de una película que nadie puede considerar mala. Las películas no tienen épica ni personalidad, las tienen los directores, es algo que no debemos olvidar y que Clint Eastwood nos ha enseñado.