Para un detective sin más vida que el morbo de tirarse a la mujer de su socio, el dinero no abarca todo lo que anhela. Precisa de emociones fuertes, y eso es lo que persigue Sam Spade en toda su vida. Está acostumbrado a vivir entre mentiras, y los que mienten son unos principiantes al lado suyo. Por eso se divierte hasta justo el momento en que dice la frase que da título a mi ensayo.

El vértigo en la velocidad de las conversaciones exige para su seguimiento una alta capacidad en la decodificación del idioma de Shakespeare, la misma vertiginosidad a la que nos empuja los cambios de guión, los giros de culpables hasta el desenlace final.

Huston hizo, desde la sencillez de decorados, de una manera muy teatral, hacer que no nos moviéramos del asiento a riesgo de quedar perdidos por completo, y que ello motivara comprar de nuevo la tiqueta del cine de barrio en cuestión.

En lo que a mí respecta, he saboreado el Bourbon seco de Boggey, una vez más, y me que he quedado pasmado mirándole, donde quiera que esté, agradeciéndole que sea una de las letras de la palabra CINE en la historia mundial del séptimo arte.