Mala de solemnidad. Tercera entrega (y última, espero) de una saga que si bien nunca fue nada del otro mundo se caracterizó por ser una producción de entretenimiento puro, bien llevada, con las dosis de humor adecuadas y unas historias y situaciones creíbles, dentro del contexto claro. Aquí lo único que tenemos es un cúmulo de terribles decisiones que desembocan en un espectáculo absurdo e intantil a más no poder que parece tomar al espectador por tonto. No hay nada aprovechable, nada. Es una película totalmente prescindible que resulta no ser ni la sombra de sus antecesoras.

La idea de hacer que el villano pase de egipcio a chino me parece lamentable, se pierde toda la esencia de las anteriores. Patético el no prescindir del personaje antes interpretado por una Rachel Weisz que hizo bien en mandar a paseo a los productores y al director, se ve que la chica es inteligente y vio a la legua el petardo que se traían entre manos. El resto de personajes no pueden estar más desdibujados, Brendan Fraser está perdidísimo, el cuñado ya no tiene ni puta gracia y el hijo resulta ser todos los puntos negativos del personaje de Fraser. Los chistes aparte de malos son abundantes, dudo que haya dos minutos seguidos de metraje sin alguna coña barata. Las escenas de acción son de las peores resueltas que he visto en el género, realmente no las recomiendo ni como entretenimiento visual. Vamos, que si te gustaron las dos anteriores pasa olímpicamente de este ridículo espectáculo, está al nivel de "El Rey Escorpión". Espero que Imhotep persiga a todo aquel que participó en esta cosa.