Aprovechando el tirón de que disfruta Dempsey, La boda de mi novia es un producto más dentro de la vorágine que son los estrenos sin control de comedias románticas sin mucho que decir. Ésta no es la excepción que confirma la regla.

Chico ligón, que se da cuenta de lo que quiere justo cuando ve que lo va a perder. Es la historia de la vida de los protagonistas de estas películas, a ver si despabilan un poco y nos ahorran el tiempo y el dinero. Pero no, él cree que la amiga va a estar ahí para siempre y que nunca le va a abandonar.

Así que con esto, el chico quiere recuperarla, eso si en campo contrario para que sea aún más complicado, arruinando el que se suponía día más feliz de la vida de su preciada amiga, ahora convertida en trofeo por el que luchar. Y por supuesto compite con el prometido, al que en estos casos siempre le falta al menos un hervor para plantarse y decirle al galán de turno que se vaya a su casa, que allí no pinta nada. Bueno, pues no lo hace y calro, le da alas al protagonista, que incluso se atreve a hacer el más absoluto de los ridículos para casarse él, y a estas alturas casi da igual con quién.

Siendo elegido dama de honor principal, la historia podría haberse desarrollado por ahí y mostrarnos a Dempsey esforzándose por ser la mejor dama de honor del mundo, algo que solamente se atisba y no se lleva a cabo. Todo ese proceso podría haber sido simpático, y no el pastelón en el que finalmente se convierte.

Pobre interpretación y pobre guión para esta película,en la que solamente se puede salvar Monaghan, aunque eso sí por guapa y no por resuelta, porque la verdad es que está bastante sosa. Como todo.