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antonalva rating:
6
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October 8, 2017
14 of 17 users found this review helpful
Poco tengo que objetar al rebuscado artificio de su punto de partida, o a los muchos trucos y tretas de su elegante desarrollo y puesta en escena, o a la habilidad mañosa y atildada de su desenlace. Cuando la doblez es la esencia, insolente, de la propuesta o se entra en el juego o se queda uno fuera… pero las trampas, simulaciones y argucias son la naturaleza misma del enredo y no se deberían de juzgar como tales, sino sólo evaluar si funcionan o no dentro del esquema planteado. Y a mí me funcionan aunque a veces se bordea lo inverosímil y aparatoso y se cargan las tintas en laberintos mentales y temáticos que hacen perder el contacto con la realidad… porque ese es su objetivo último.
Como en tantas cintas de François Ozon, el amaneramiento visual y la afectación narrativa es parte esencial del juego: se trata de desbordar lo convencional, lo previsible, lo canónico hasta pergeñar un mundo autónomo y paralelo donde se suspenden las leyes ordinarias de lo cotidiano, creando un universo onírico y ofuscado donde tienen cabida las más rocambolescas historias, entre el surrealismo y el delirio, en una fértil tierra de nadie donde todo es posible y nada es predecible. Buscar autenticidad sería un error porque ni lo pretende ni lo requiere, ya que desborda y anula cualquier afán por encontrar leyes y patrones que nos sirvan de asidero donde anclarnos para el periplo desaforado en montaña rusa que se despliega ante nosotros y nos arrastra y arrolla a poco que nos dejemos embaucar.
En apariencia adopta la máscara y la forma de un thriller psicológico donde nada es lo que parece ser y cualquier amaño y estratagema tiene su cobijo. Pero vista en su conjunto no cabe duda que está construida con férrea disciplina, brillante dosificación de las incógnitas y espléndido dominio de los recursos, no dejando cabos sueltos a poco atentos que estemos a todos los detalles y pormenores que jalonan la trama. Los datos manejados pudieran parecer engañosos, opacos o turbios, aunque se disfruta con delectación y asombro el paulatino esclarecimiento del embrollo, como si nos quitaran una venda de los ojos y se nos ajustara al fin la vista, pudiendo así abandonar la angustia y el desasosiego que nos ha acompañado durante casi todo el metraje.
La belleza, complicidad y compenetración del dúo protagonista resulta convincente y seductor y acrecientan el éxito del artilugio propuesto. Y siempre es un placer contar con la presencia de Jacqueline Bisset, por breve – aunque enjundioso – que sea su cometido. Imperfecta, ambigua y extravagante... pero muy disfrutable.
Como en tantas cintas de François Ozon, el amaneramiento visual y la afectación narrativa es parte esencial del juego: se trata de desbordar lo convencional, lo previsible, lo canónico hasta pergeñar un mundo autónomo y paralelo donde se suspenden las leyes ordinarias de lo cotidiano, creando un universo onírico y ofuscado donde tienen cabida las más rocambolescas historias, entre el surrealismo y el delirio, en una fértil tierra de nadie donde todo es posible y nada es predecible. Buscar autenticidad sería un error porque ni lo pretende ni lo requiere, ya que desborda y anula cualquier afán por encontrar leyes y patrones que nos sirvan de asidero donde anclarnos para el periplo desaforado en montaña rusa que se despliega ante nosotros y nos arrastra y arrolla a poco que nos dejemos embaucar.
En apariencia adopta la máscara y la forma de un thriller psicológico donde nada es lo que parece ser y cualquier amaño y estratagema tiene su cobijo. Pero vista en su conjunto no cabe duda que está construida con férrea disciplina, brillante dosificación de las incógnitas y espléndido dominio de los recursos, no dejando cabos sueltos a poco atentos que estemos a todos los detalles y pormenores que jalonan la trama. Los datos manejados pudieran parecer engañosos, opacos o turbios, aunque se disfruta con delectación y asombro el paulatino esclarecimiento del embrollo, como si nos quitaran una venda de los ojos y se nos ajustara al fin la vista, pudiendo así abandonar la angustia y el desasosiego que nos ha acompañado durante casi todo el metraje.
La belleza, complicidad y compenetración del dúo protagonista resulta convincente y seductor y acrecientan el éxito del artilugio propuesto. Y siempre es un placer contar con la presencia de Jacqueline Bisset, por breve – aunque enjundioso – que sea su cometido. Imperfecta, ambigua y extravagante... pero muy disfrutable.