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Quatermain80 rating:
8
Drama King Henry II of England has trouble with the Church. When the Archbishop of Canterbury dies, he has a brilliant idea. Rather than appoint another pious cleric loyal to Rome and the Church, he will appoint his old drinking and wenching buddy, Thomas Becket, technically a deacon of the church, to the post. Unfortunately, Becket takes the job seriously and provides abler opposition to Henry than his predecessors were able to do. This ... [+]
Language of the review:
  • es
December 24, 2009
23 of 24 users found this review helpful
Con cierta frecuencia se ha afirmado que el cine británico, por su cercanía cultural al norteamericano, carecía de auténtica personalidad, especialmente en comparación con cinematografías como la francesa o la italiana. Como toda generalización planteada en términos absolutos, la precedente afirmación resulta en realidad un tanto gratuita, y en ocasiones injusta. Si hay algún aspecto en el que el cine británico ha destacado siempre es en el peculiar tratamiento que reflejan sus filmes históricos, aprovechando para ello su rica tradición teatral, que se deja notar en la concepción de las películas, así como en la calidad y el matiz de las interpretaciones. A ello han sabido sumar virtudes puramente cinematográficas, como el cuidado que prestan a los decorados, localizaciones y vestuario.

Ejemplo de todo ello puede ser esta estupenda obra, que narra las contradictorias relaciones de amistad que mantuvo Thomas Becket con el rey de Inglaterra, Enrique II. Como ya se ha apuntado en otras críticas, parte del interés del filme radica en la concepción del poder real que encarna Enrique y los conflictos que dicha concepción le acarrean con otros estamentos del reino, singularmente la Iglesia, cuyos intereses defiende Becket, arzobispo de Canterbury, antaño canciller real y amigo íntimo del rey. No obstante, yo creo que el tema central de la película es la soledad de los poderosos, que erigidos en símbolos de grandes instituciones, han de renunciar a todo lo demás, amistad incluída. Así, ambos personajes tienen clara cuál es su misión, su deber, y el concepto del honor del que están imbuídos les impide dar marcha atrás o transigir en exceso. Mientras que el rey es retratado como un hombre caprichoso, juerguista y mujeriego, pero al tiempo celoso de su poder y sensible a la verdadera amistad, Becket se nos presenta como un personaje frío, calculador, sumamente inteligente, pero al que le cuesta experimentar y manifestar sentimientos. Será su honda transformación interior (marcada por sus nuevas responsabilidades eclesiásticas) la que arroje por tierra su relación con Enrique.

Más allá de las interpretaciones, que son todo lo buenas que podía esperarse de actores como O'Toole, Burton o Gielgud, y del guión, maravillosamente adaptado y justamente premiado, yo destacaría la fabulosa ambientación, que muestra un exquisito gusto y cuidado por el detalle. Las localizaciones, como el castilllo de Alnwick o la catedral de Canterbury (con sumo cuidado de no mostrar añadidos góticos), así como los decorados y el vestuario, están pensados al extremo, siendo de lo más sobresaliente del filme. La labor de Glenville tras la cámara es buena, destacando dos momentos magnéticos: el comienzo, con un bellísimo picado que simboliza la condena del rey (no en vano entra en la catedral para cumplir penitencia), y el encuentro de éste con Becket junto al mar, plasmado en un hermoso gran plano general.

No se la pierdan.
Quatermain80
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