La buena estrella de Ricardo Franco, es un drama romántico basado en hechos reales, sobre un carnicero que conoce a una chica tuerta y embarazada a la que su pareja estaba dando una paliza. Dirigida con un ritmo tranquilo y reposado, y con un estilo íntimo y particular, es una obra sencilla y de gran belleza que cala en el público de manera soberbia. Realizada de modo admirable y maravilloso, tiene un resultado sentimental e irresistible que cautiva con esplendor a todos los públicos.
La fotografía, usa la luz tenue y es idónea y estéticamente apropiada, por tener imágenes confortantes y evocadoras que completan un trabajo competente. La música, es triste y nostálgica, con sonidos melódicos y agraciados que son encantadores en un trabajo conmovedor y sentimental que acompaña una trama apenada y profunda. Y los planos y movimientos de cámara, usa el detalle, generales, primeros y primerísimos planos, retroceso y seguimiento en una buena labor técnica.
Las actuaciones, son auténticas y brillantes, en especial Jordi Mollá que hila un gran papel muy convincente. Y estupendos acompañamientos de Antonio Resines, Maribel Verdú, Elvira Mínguez, Ramón Barea, Clara Sanchís y Andrea Ramírez. Empleando para estos, unos vestuarios y caracterizaciones alusivos y bien trabajados según el personaje, que son naturales y formales en un acertado trabajo.
El guion, escrito por el mismo director junto con Ángeles González Sinde, es entrañable y cercano, además de apasionante y conmovedor por tener un argumento bello y desesperanzado, que es en definitiva excelente e inspirador, conquistando al público en una gran función. Y que es llevado a cabo, con una narrativa con voz en off afable y explicativa por parte de los principales, siendo esta sugestiva y común.
Para finalizar, comentar que la considero una obra inolvidable y esencial en el drama romántico español basado en hechos reales, por ser hermosa y emotiva cautivando al público con un pesimismo desgarrador y sincero. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, música y narrativa que vuelven a La buena estrella, en un film sentimental y bello, capaz de ablandar los corazones más duros y conquistar a los cinéfilos buscadores de dramas bien realizados y mejor definidos.