No sé bien que pretendía decir Buñuel con Simón del desierto, pero lo intuyo. No es probable que el director compusiera esta película con la idea de obtener del espectador una respuesta racional. Esta reducción al absurdo pretende provocar una respuesta refleja: en mi caso lo consigue. El patético Simón sólo puede inspirar rechazo con su testarudez y arrogancia disfrazada de beatería y piedad; su rostro dista mucho de ser el de un iluminado; su verborrea hueca y muerta contrasta con vitalidad de aquellos en los que él sólo ve el pecado y la depravación: el cabrero, el joven imberbe, el hermano "mirón" e incluso el propio diablo.