Alexandre, un joven egoísta y cínico, vive a costa de su amante Marie. Un día conoce a Veronique, con la que inicia una relación.

Con casi cuatro horas de conversaciones que atrapan y dejan poso, "La mamá y la puta" es una obra dolorosa que obliga a pensar. Eustache retrata el fin del mayo del 68, lo que queda cuando no queda nada, la desolación absoluta en forma de tres personajes tristes, desgarrados, incapaces de escapar de su angustia: describe el fracaso vital de Alexandre, quien ya no se hace ilusiones, y al que únicamente mueve su pasión por las mujeres; la soledad de Marie, necesitada de ternura; el desencanto de Veronique, corroída de infelicidad, cuyos numerosos encuentros sexuales no le traen más que pesadumbre.

Alexandre vaga por los cafés de París en busca de nuevas conquistas, o se refugia en casa de Marie para escuchar viejos vinilos. Se limita a observar y comentar lo que ve. Poco a poco iremos descubriendo el profundo vacío que anida en su interior, a medida que los diálogos vayan tomando un cariz más honesto. Y su insatisfacción, sin nada a lo que aferrarse, será también la nuestra.

La película posee la fuerza de lo sincero, de lo inspirado. Ofrece un estudio psicológico de una profundidad rara vez vista. El dolor nunca se ha expresado tan bien.