Moreira Salles quiso hacer un personaje de película del mayordomo que le acompañó en su infancia de señorito. Allá por 1992 Santiago (ya en sus últimos años de vida) seguía siendo ese hombre que vivió todo el siglo veinte rodeado de la jet set, de las galas y de las fiestas de la nobleza, de la pintura, de la ópera, de los adornos florales y de las apariencias. Él que vivió no feliz: solamente contento. Sirviendo a nobles, diplomáticos, artistas de la ópera.. Él que escribió más de treinta mil páginas sobre todos los linajes de sangre azul de la historia conocida. Él que los guarda al pie de su cama y les habla a diario y saca los folios al sol para mantenerlos sanos. Y que en ellos, está convencido, las campanadas de su reloj de pared insuflan vida. Porque si como él mismo dice, los nobles, los pintores, las cortesanas y todos, todos estan ya muertos, quizá entonces él sea el último. Y los folios en su dormitorio, su obra magna, no representen a sus ídolos sino a sus antepasados.

Consideraciones sobre el personaje aparte, en 1992 Moreira Salles se dió cuenta de la distancia que les separaba: que en todo el metraje rodado Santiago seguía siendo el mayordomo, y João era para este aún Joãozinho. De alguna manera permanecían frescas las imposturas de esa sociedad artificial y un tanto endogámica. Así que sintiéndose incapaz no completó el montaje y abandonó el documental. Poco después Santiago fallecería, así como los padres de João, y el mundo siguió girando, cambiando.

No fue hasta casi tres lustros después que retomó el proyecto. Volvió a zambullirse en el pasado, el pasado de la mansión familiar, el pasado suyo y de sus hermanos, el pasado que era el siglo xx, y en Santiago. Quizá con los ojos que da otro tipo de distancia, la perspectiva de la edad y el paso del tiempo.
Y encontró una solución. Una salida para el laberinto de horas y horas de película, y de páginas y páginas mecanografiadas a lo largo de casi un siglo. Ahora nos acercamos al artificio desde el origen del artificio mismo, eliminando en lo posible las barreras del truco, o mostrándolo por completo. Descubriéndolo al enseñar los comentarios fuera de cámara, las instrucciones de la guionista o del propio director a Santiago, las tomas repetidas, o desincronizando la banda sonora de una secuencia en ocasiones.
Así, enseñando las cartas preparadas bajo la manga o iluminando con un foco el doble fondo de una caja, es decir mostrando el truco, moreira salles ha conseguido sacar el conejo de la chistera, de una chistera cortada en sección y con sus entresijos al aire.
Y a mi me parece que halló la solución adecuada.