Enésima película sobre el poder sobrenatural de invertir tus cuerpos y vivir la experiencia de otra persona intentando ser más original que sus predecesoras; tal vez ahí resida su error. Vaya por delante que de estas cintas no se espera mucho, simplemente diversión momentánea con unas cuantas escenas graciosas y entretenidas. Pero, una vez más se abusa de la doble moral norteamericana que nos vende la postura feliz, y por todos deseable, del hombre casado con hijos frente al despropósito de una vida de desmadre, vacua e insatisfecha del soltero -que, por supuesto, sólo alcanzará la dicha cuando encauce su vida al encontrar a una buena chica-. Sólo la presencia de Jason Bateman salva este mediocre relato, cliché puro tanto masculino como femenino, que se nutre de escenas grotescas y exageradas que deben -se supone- provocarte la carcajada (medianamente lo hace, para ser justos) y, a la vez, darte un sermón moral sobre la corrección de una vida heterosexual adecuada. Intentar juntar desmadre extravagante con la pulcritud de la santidad del matrimonio -siempre, meta a alcanzar- es hacer un popurrí penoso cuyos protagonistas no merecen pues tienen valía artística para más