Casi 80 años después de su estreno, "La diligencia" sigue conservando su poder de fascinación y su atractivo, siempre que se tengan en cuenta dos cosas: una, que no se puede ver ni juzgar con los ojos de nuestro políticamente correcto presente, y dos, que es del año 1939.

Por lo demás, la película significó el nacimiento de una leyenda, mejor dicho, de varias: la de John Wayne, quien, mal que le pese a muchos detractores, es un icono del siglo XX; también es el nacimiento de la leyenda del western como uno de los géneros dominantes del cine, por lo menos hasta principios de la década de los 60; y desde luego, también es el nacimiento de la leyenda de John Ford, quien ya había hecho muchas películas y no era un novato, pero con ésta llegó por primera vez al podio de eternos.

"La diligencia" es un western, aunque en diversas ocasiones parezca otra cosa, desde una road movie a una comedia pasando por una obra teatral o una metáfora histórica; pero siempre, siempre, es una película ciertamente inigualable y enormemente disfrutable, con un puñado de escenas que aún hoy asombran, con varios diálogos jugosos y con esos toques "tan John Ford" como los personajes de muy diverso pelaje condenados a entenderse, el profundo retrato de los mismos (interesantísimo el tahúr interpretado por John Carradine) o el sacar siempre una sonrisa (o directamente una carcajada) en situaciones dramáticas y serias.

La película tal vez sea de John Wayne (para la historia su legendaria primera aparición en la película) pero también es sin duda de Thomas Mitchell, ganador del Oscar por su caracterización del borrachín "Doc" Boone, un personaje realmente memorable con una actuación magnética.