Estremecedora historia sobre todo si nos damos cuenta de que es real (supuestamente, que algo huele a podrido en las versiones oficiales); Paul Greengrass es un director a seguir atentamente, con una serie de pelis muy potables y alguna sobresaliente (Bloody Sunday).
Aquí usa del "docudrama" para contarnos, fríamente, algo que dista mucho de ser frío. Con una estética casi más propia de telefilme aborda austeramente todos los puntos de vista de la catástrofe que nos narra: los pasajeros del avión, los terroristas, los controladores aereos y el mando militar. Los sucesos del 11-S, profundamente cinematográficos, darán sin duda unas cuantas obras maestras, y ésta está cerca de ser la primera (muy por encima de esa tontuna "stoniana" de WTC).
La peli me ha gustado por la lucha interna que subyace entre la objetividad implacable de los hechos sucedidos y la subjetividad de unas personas que luchan por sobrevivir aunque estén condenados a muerte: esa fantástica última acción del amotinamiento de los pasajeros para recuperar el dominio de esa aeronave que les ha sido impunemente arrebatada, sabiendo, como sabían, que algo grave estaba sucediendo en su país, me parece soberbia, independientemente de que luego optemos por creernos la historia "oficial" o que apuntemos a una teoría de la conspiración, ya que nunca sabremos si el avión fue derribado o no.
Si he de quedarme con algo, lo haría con las últimas llamadas de esos pasajeros despidiéndose de sus familias, o con la determinación de los fanáticos a la hora de llevar a cabo sus planes.