Y estese quietecito, pringao. ¿vale?. Muy decepcionante. Además de estar rodada en la preciosa ciudad de Oxford y de las arias operísticas para darle un aire de distinción muy británico, muy del gusto por la música cantada en italiano o francés, ese punto exótico que para los británicos también tenía Poirot, además de esto poco más ofrece. Los capítulos, de hora y media, acaban pareciéndose demasiado unos a otros.

El protagonista, un Malcolm McDowell metido a poli, es un actor muy limitado, malo, y está entre un bloque de hielo y un pasmarote, con unas iluminaciones detectivescas que no fallan nunca. A pesar de ello, los compañeros y el repelente jefe de policía (es el carcelero repulsivo de la Naranja mecánica) no dejan de meterse con él, los muy cabrones. "Ya lo ha resuelto, pues siga así y tómese un descanso esta noche", mientras ellos se tocan los huevos. Tiene pues, trazos de comedia involuntaria.

Los misterios, alguno que otro retorcido, siempre se resuelven del tirón en los últimos diez minutos, cuando el detective Morse, así se llama, empieza a brotar. Está sobrevalorada. Se puede ver, sin más. No añade nada al género policial de Agatha Christie, aunque tampoco lo afea. Quizás el problema sea su protagonista; algunos verán carisma en él; yo veo a un McDowell soso.