Sin hacer mucho ruido, como a la chita callando, Peter Weir, todavía un australiano setentón, ha dado al pueblo soberano un puñado de muy buenas películas sin haberse rendido sobremanera a lo comercial ni, desde luego que no, haber renunciado a su muy particular visión del mundo. Una visión muy teñida por lo tocante a esas raras virtudes, virtudes en vía de extinción, que son hoy en día la dignidad y el honor.
ÚNICO TESTIGO amalgama, que diría don Francisco Rabal vestido de Ricardo Sorbedo, lo amish con lo urbanita, el sosiego con lo multitudinario y lo antiguo con lo moderno. Y lo amalgama de manera excelsa. Harrison Ford, tan competente de agente del orden como de arqueólogo aventurero, acomete con toda solvencia su rol de John Book; el cantante Jan Rubes da la sensación de ser un auténtico descendiente de barbados inmigrantes centroeuropeos y Viggo Mortensen, modosito, velaba sus primeras armas soñando, acaso, con escalar en breve a la atalaya de Amon Sùl. Kelly McGillis, ahora muy estropeada, cumple con creces como viuda y hermosa granjera.
Muy correcta y más que buena, ÚNICO TESTIGO. Componente estupendo de una filmografía que habla de dignidades y de honores puestos a prueba de bala en los muy verdes pastos de Pensilvania o navegando las procelosas aguas del otro lado del mar.