De un tiempo a esta parte, es como si fuera obligada una banda sonora repleta de canciones compuestas por tipos con nombre de monedas para las películas de boxeo. Se ha perdido ese romanticismo de que se hacía gala en las primeras entregas de la franquicia de Rocky o el de Thomas Newman, por ejemplo, para Cinderella Man. Así, en INVICTO, mientras se nos va presentando a alguno de los presos en liza, suena la música pisicoalcalíptica tan propia de esas oscuras calles norteamericanas de pavimento mojado.
Ving Rhames, que es Marsellus Wallace, ganó un Globo de Oro y se lo cedió a Jack Lemmon. Wesley Snipes, enfrente, lanza golpes como panes y Wes Studi, el compañero de celda, le enseñó la lengua siux al tentiente Kevin Costner en Bailando con lobos. Michael Rooker, por su parte, traicionaba al mismo Costner en JFK. Peter Falk, leyenda del Cine, Colombo o el auténtico Sam Diamond, destila una o dos gotas de su esencia a lomo de unas muletas.
INVICTO es un uppercut a la barbilla del aburrimiento; un entremés apetecible para un rato perdido. A pesar de que casi desde el principio, y desde el cuadrilátero, se predispone al espectador a favor del tal Monroe, tan dado a la introspección como a las pagodas.