Por entonces, Harrison Ford era la estrella del siglo, Sigourney Weaver coleccionaba nominaciones luciendo esa cara de bestia y Melanie Griffith, con un cuerpo para el pecado y una mente para no todos los negocios, componía las películas más interesantes, o menos mediocres, de su filmografía. Y las componía bien. Joan Cusack, por su parte, era ya tan buena actriz como lo ha sido siempre.
ARMAS DE MUJER es una de las primeras películas en tratar sobre el empoderamiento femenino. Que, dejando a un lado a Katherine Hepburn, a la que tan bien sentaban los pantalones, o Tootsie, que tiene trampa, es la de Mike Nichols una de las revolucionarias historias, pionera en su género, que quiso ir más allá de la incontrovertible certeza de que no son los dos sexos superiores o inferiores el uno al otro, sino, simplemente, distintos.
Es emocionante ARMAS DE MUJER. Emocionante, bonita, instructiva y un tanto premonitoria: se puede afirmar que a partir de 1988 Sigourney Weaver no volvió a caminar con tanto donaire, la Griffith consiguió la fama y se echó a dormir, hay quien no duda de que a Alec Baldwin se le cazó metido en otras componendas y Kevin Spacey, tan dado en la cinta a dejarse llevar y a las emboscadas, apenas ha abandonado el arbitraje. Harrison Ford, eso sí, parado en una estrella, continuó siendo la más rutilante y luminosa del siglo.