Decente thriller 100% de los noventa que me ha sorprendido por la rapidez en la que el personaje de Keaton, (el irregular actor ofrece en este caso una buena actuación, de hecho es, con diferencia el mejor de toda la película) el malo indeseable, muestra su verdadera naturaleza. En otras intrigas parecidas el antagonista tarda algo más en revelar sus cartas, ya que acostumbra a dedicar más tiempo en caerles bien a sus víctimas. La carga erótica, otra podríamos decir que máxima de estas intrigas, también es eliminada. Lo que he comentado no viene a restar a la película, simplemente lo he mencionado a modo de apunte. De hecho Keaton (al que personalmente identifico con el prototipo de roles como el que interpreta en esta película, tiene cara de desalmado y sospechoso por doquier, en cualquier plantel que aparezca) hace amena la función a raíz de su vasto ingenio, es capaz de predecir la conducta de sus adversarios y les propulsa dolorosos golpes con planteamientos muy sencillos. Cuando se es capaz de descifrar la naturaleza del prójimo con tan insultante facilidad eso quiere decir que este es mediocre; adivinar la reacción de un hombre como si fuera un niño dice muy poco o nada bueno, en este caso, del personaje de Matthew Modine.

Lo que claramente falla en la película y la convierte en olvidable, en una más, es que el desenlace se sitúa en un punto intermedio de insólita precisión entre lo inverosímil, lo absurdo y lo insatisfactorio. La aportación de Melanie Griffith también se salda con un balance que no transfiere ni pena ni gloria, siendo este un veredicto insípido para un personaje plano e insustancial.