Admitamos que tras un interesantísimo planteamiento que rebosa tensión el suspense desaparece al decantarse por un desarrollo simple...

[Lo cierto es que sí, resulta de lo más decepcionante percatarse que después de los primeros treinta minutos la psicología de los personajes iba a dejar de ser ingrediente del filme.]

Admitamos que ya tan solo por los créditos sería legítimo prohibir a William Kaufman volver a trabajar en el cine...

Admitamos que (contra todo pronóstico) Cuba Gooding Jr. es el único actor carismático del largometraje...


...pero...


...admitamos también que la película se deja ver perfectamente y que no es la mierda inmunda que tú te esperabas detrás de ese título y ese cartel.

...admitamos también que todo el rollo que se trae el señor Jonas... como decirlo en una palabra... mola. No deja de ser cháchara cuyo único fundamento es el de poder perpetrar una olvidable película que tuvo poco coste y reportará seguramente aún menos beneficios, pero dentro de la temática que propone la película resulta adecuada. El acierto se termina de redondear al poder hacer el espectador una lectura mínimamente razonable de este personaje, acerca de sus motivaciones, principios, carácter y el entorno que ha forjado su filosofía existencial, siempre unida estrechamente con la muerte.