Para qué vamos a andarnos con rodeos: interesa más el aspecto físico de este señor hombre que todas las aventuras de «La tormenta perfecta». A mi estas cosas me siguen dando que pensar: ¿cómo es posible que una película tan aparentemente correcta y bien hecha sea tan mediocre?

Pues, quizá y por ejemplo, por el tonillo a melodrama televisivo malo que inyectan a buena parte de secuencias, entre ellas todas las amorosas. Puede que por culpa de un guión en el que las historias paralelas son de Perogrullo, aplastándose unas con otras sin ninguna coherencia ni interés, y la principal es insulsa, poco desarrollada y difícil de asimilar. A lo mejor es porque los personajes ni te interesan ni los conoces; de hecho, ¿alguien sabe cómo se llaman? Porque yo no lo sé. Quizás es que los efectos especiales llegan a cansar, así que, suponiendo que es lo más destacado, imagina cómo será la cosa. Además, es demasiado larga, demasiado redundante y demasiado quiero-ser-épica. Al menos el final tiene cierta lacrimosidad que a pesar de ser algo cursi tiene su encanto.

Los actores están bien, vale, sí, claro, eso es de cajón. George Clooney sigue siendo elegante aún sin afeitar y con esos monos amarillos de pescador, ahí queda dicho. Del resto que anda por ahí, destaca con gran fuerza William Fichtner, bastante capaz en sus interpretaciones. La música de James Horner hace de comparsa demasiado buena.

Hundida a pesar del esfuerzo.