En la vida me esperaba esto. Jamás me hubiera imaginado que «El puente sobre el río Kwai» pudiera criticarse de una forma tan partidista y, he de decirlo, estúpida por la manida cuestión del rigor histórico y, el colmo de los colmos, por tener como protagonistas a soldados británicos.

Porque ahora resulta que no se pueden hacer películas donde el ejército del Imperio Británico cante su himno; no, al parecer no puede haber héroes con acento inglés y orgullosos de tenerlo; tal parece que entre los británicos no puede encontrarse honor, ni dignidad, ni ingenieros competentes, ni doctores comprensivos. No, eso está muy mal visto porque (ah, sorpresa) es el maligno, oscuro y opresor Imperio Británico, que, como todos sabemos, es mucho más dañino que el Imperio Japonés. Pobre coronel Saito, que nos lo ponen como jefe de un campo de concentración y bebiendo güisqui. ¡Que barbaridades!

La corrección política y el pensamiento único domina todas las facetas de nuestra sociedad, pero repito que no me esperaba este ataque a una obra tan preciosa como «El puente sobre el río Kwai», perfecta muestra del Cine exótico, aventurero, anti bélico en su esencia, humano hasta la locura y con una dirección infalible de David Lean. Los japoneses se presentan como el enemigo, lógicamente, pero siempre desde el respeto; obsérvese si no la figura de Saito, retratado con su estricta nobleza y quien comete o no comete los mismos disparates que puede cometer o no cometer el británico Nicholson, cada uno a su estilo. No sé dónde está la ofensa, por favor.

Asombroso desenlace, inesperado, ridículo a conciencia, fatídico y hermoso al mismo tiempo. Increíble ambientación e increíble Alec Guinness, descomunal. La música es mítica, claro, y los ojos se te llenan de lágrimas cuando toda la tropa se pone a cantar «For He’s A Jolly Good Fellow». Para mi gusto, pierden demasiado tiempo andando por la jungla y cortando árboles, con una segunda parte protagonizada por el guapo William Holden que es menos intensa que la primera.

El tiempo no ha podido con ella, y las críticas feroces, prejuiciosas e intolerantes, tampoco. Buenísima.