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Spain Spain · Málaga
Kaori rating:
3
Language of the review:
  • es
August 10, 2013
5 of 15 users found this review helpful
Cada vez que me encuentro con una película post 1975 me entra el tembleque porque ya me figuro lo que me voy a tener que tragar: la humillación más abyecta hacia las mujeres. En este caso, 1987 es el año en el que el cine español nos insulta a través de «El pecador impecable». No sé por qué nadie se anima a hacer crítica, con la de cosas que se pueden decir.

Lo primer es que Alfredo Landa es buenísimo y hace aquí una interpretación, y él sí, impecable, no su Honorio Sigüenza. Este elemento, porque no le llamaré señor, cuarentón, algo ingenuo y reprimido durante toda su vida por la presencia dominante de su madre (genial los escasos minutos de Rafaela Aparicio), descubrirá todo un mundo de sexo desenfrenado a raíz del fallecimiento de su pariente. Detengámonos en este punto importantísimo.

Como idea para una comedia ácida, no está mal. El problema es que la cosa va en serio; es decir: que Honorio se las liga a todas y hasta tiene que huir de ellas porque, claro, a su edad hay un ritmo que no puede mantenerse. De todas ellas, la más desgraciada y la que más ira produce es la vecina casada, que se le abalanza por motivos ajenos a la inteligencia y la pasión humana, ya que Landa será muchas cosas pero no triunfa por su sex appeal que digamos, y menos siendo tan apocado como don Sigüenza. Ahora bien, ¿él las respeta? ¿Las quiere? ¿Desea algo serio? ¿Busca compartir algo más que un rato de cama? No, evidentemente. Un «mete y saca» como se dice en algún momento y luego a buscar otras. La salida fácil es que a ellas les parece divino, que para eso son «liberadas» y están en celo, disponibles para cualquier varón. Y si no están «liberadas», no importa, que también caerán. Por lo menos, hay una de entre todo el reparto que desde luego Honorio no va a catar, y gracias al cielo, porque ya me temía lo peor. Eso sí, bien que le manosea la pierna en un momento dado de fetichismo. Que asco me daba, de verdad.

Sin embargo, Honorio descubrirá que a la vejez no se puede tener viruelas y que la vida no es ese idilio sin fin que se las prometía muy felices, así que el desenlace me parece toda una bofetada en pleno rostro que, lo admito, me gusta. Siendo sinceros, tengo que decir que el peor no es el tímido Honorio, si no el viajante González, con un José Sazatornil magnífico, que nos ilustra hasta qué punto un hombre puede ser un sinvergüenza. Mi favorito es Rafael Alonso y su graciosísimo doctor Cabrera, lejos de cualquier atentado sexual.

Contiene menos destape y cierta seriedad, pero el conjunto es flojo de remate. Qué cine, por favor.
Kaori
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