Muy flojo, tierno y acartonado relato iniciático.
Una serie de viñetas plúmbeas y pastosas acompañadas machaconamente por un leitmotiv musical bonico, pero cargante en su blandura insistente.
Película sin alma, fría, lejana, solo salvada en cierta medida por Jorge Sanz (resulta inevitable decirlo, la tentación es demasiado grande: con los años empeoró progresiva y gravemente, incluso nos sorprende verle moverse y hablar con tanta naturalidad y desparpajo, cuando a uno ya se le ha quedado esta imagen última de él, perezosamente atascado en una apatía colosal, inexpresiva y derrotada, sin fe ni esperanza), un paisaje espléndido y el acento mexicano del gran Quinn; lo demás es puré sin sal, un discurrir inane, profundamente insustancial y aburrido.
Ni héroe ni santo ni poeta. Ni rastro de épica o poesía. Más bien prosa tosca y demasiado literal, sin ritmo y sin gracia.