En la parte final, su amiga palestina pierde el hijo que estaba esperando por culpa de un control militar, echa las culpas a la doctora y le recrimina que no se moje; su neutralidad, el querer llevarse bien con las dos partes. Esta situación es el desencadenante que provoca su participación final en el atentado palestino.
Esta última parte de la historia me parece forzada, tendenciosa; deben llegar al final impactante que tienen previsto y conducen la trama a trompicones; con prisa, de forma abrupta.
Se apuesta por el tremendismo, por lo visceral, y se renuncia a la razón, a la reflexión; a poner luz donde hay tanta oscuridad.
La película comienza y termina con el mismo atentado; como si nos quisieran decir que la situación que allí se vive es un círculo vicioso en el que no hay salida posible y que el final fuera siempre la destrucción y el dolor.
Se critica la frivolidad occidental (la escena en la que la madre de la protagonista se preocupa de unos pendientes) y se nos muestra que no es posible la neutralidad (salvo que seas tan frío e insensible como el compañero de trabajo de la doctora); solo queda la opción de largarse o, si te quedas, tomar partido.
En definitiva, es una película interesante, contada como si de un documental se tratara; de forma cruda, directa y realista.