Wahlberg sale de prisión, tras haber cumplido condena por delitos menores, dispuesto a reinsertarse, pero su única oportunidad es trabajar como operario en la empresa de ferrocarriles de su "tío" (Caan). Pero él aspira a más y, al ver el nivel de vida de su mejor amigo (Phoenix), lugarteniente de su tio y novio de su prima (Theron), intenta entrar en sus negocios. Pronto se dará cuenta de que estos consisten en conseguir contratos oficiales mediante el sabotaje y la corrupción.
La primera "operación" en la que participa es un desastre. Sospechoso de asesinato, tiene que huir no sólo de la policía, pues los "socios" del negocio, incluido su tío, también quieren deshacerse de él. Sus únicos apoyos son su orgullosa madre (Burstyn) y su prima, a la que le unen lazos más fuertes que el amor fraternal.
Delincuencia y lazos familiares: mafia. Pero estos gansters no tienen la fiereza de los Corleone o de los Soprano, capaces de mancharse de sangre. Se quedan en simples mangantes, muy poco épicos, indignos de una tensa puesta en escena a lo Scorsese o De Palma. Por eso Gray opta por no sobresaltarnos y se zafa del efectismo y la sangre, evitando las luces directas y el ruido, concentrando la atención en los personajes. El brillante reparto cumple su cometido, incluido el inexpresivo Wahlberg.
Tal vez debería haberle puesto un 6, pero trás ver "La noche es nuestra", que me pareció muy mala, me enfrentaba a esta peli con escasas expectativas. También he valorado la rareza de encontrarme con gangsters incapaces de salirse con la suya a cualquier precio. La presencia del "fatum" trágico del cine negro niega al protagonista un final menos amargo.